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LOS PENEDOS DE PASARELA Y TRABA, ESOS GRANDES DESCONOCIDOS


ENTRE  LOS  MÁS  BELLOS PAISAJES  DE  GALICIA
SENDERISMO  MÁGICO EN  LA  COSTA  DA  MORTE

En el verano de 2005, de visita en la playa de Traba, estuve un buen rato observando los imponentes montes que la rodean. Corrían los días de los grandes fuegos forestales que asolaron Galicia y los enigmáticos Penedos que abrazan el valle de Traba se hallaban desnudos de vegetación, visibles en todo su esplendor. Me acompañaba en esa ocasión el fotógrafo Jorge Ventosa y la curiosidad nos empujó a acercarnos a aquellas extrañas piedras, siguiendo el curso de una casi intransitable pista de tierra. Dejamos el coche en un cruce de caminos forestales y empezamos el duro ascenso, a campo traviesa, rumbo a las caprichosas moles que por primera vez se exhibían ante nuestros ojos. Fue una agotadora caminata cuesta arriba, sin destino prefijado de antemano, entre árboles quemados y una tierra cubierta de cenizas que, en algunas partes, aún humeaba. Llenos de tizne, agotados y entusiasmados, fotografiamos decenas de piedras con formas que insinuaban increíbles representaciones de seres humanos y animales. Sin pretenderlo habíamos “descubierto” el área comprendida entre las moles de Pena Forcada y La Cachucha, a cuyos pies una cantera amenazaba con devorar el macizo.


    Intrigado por tan singular paraje puesto al descubierto por el fuego, busqué información sobre el mismo. Y encontré que en 1975 el investigador Pedro Marfany había recorrido el lugar y aventurado interesantes hipótesis en su libro “Galicia Incógnita”, publicado veinte años más tarde  por la Diputación provincial de A Coruña. Fuera de ese libro y algunas rutas de senderismo divulgdas en la web “Adiante Soneira”, poco más sabía (leyendas aparte) de los penedos de Pasarela y Traba. A lo largo del año 2006 volví allí varias veces, una de ellas guiado por José Manuel Lema Suárez, el joven que treinta años atrás, acompañando a Pedro Marfany, descubriera antiguos concheiros y restos humanos en los alrededores de la Torre da Moa. Lema, extraordinaria persona, es hoy uno de los principales empresarios madereros de Pasarela y junto con él fuimos ubicando los sitios descritos por Marfany en su libro, comparándolos con nuestras observaciones anteriores.



   Fue mi buen amigo Xosé Ameixeiras, gran conocedor de la Costa da Morte y firme defensor de su patrimonio, quien me impulsara a conocer a fondo los Penedos. Así, durante un par de años ambos recorrimos el área comprendida entre La Cachucha y la Torre da Moa, encontrandoes interesantes figuras; mientras, los toxos empezaban a cubrir de nuevo a los Penedos, haciendo cada vez más difícil el acceso a los mismos. Pero hasta hace pocos meses no eran los toxos los verdaderos enemigos de estas singulares rocas: avanzaban, de nuevo, los trabajos para instalar una cantera que convertiría a las originales piedras en cascajo: algo de pan para hoy y una tierra desolada para siempre. Se inició entonces, con la decisiva participación del Seminario de Estudios Comarcais da Costa da Morte e importantes medios de comunicación gallegos, una campaña para salvar a los Penedos de Pasarela y Traba que ha contado y cuenta con la adhesión de muchas personas.


   Al fin, la Xunta de Galicia decidió declarar a los Penedos de Traba y Pasarela “Paisajes protegidos”. En el texto de esta Resolución se señala que los penedos constituyen “unha das paisaxes máis fermosas da costa de Galicia… que reúnen un valor especial pola importancia dos seus valores científicos, culturais e paisaxísticos, polo que cumpre fomentar o seu coñecemento”. Sin embargo, la propia Resolución inicial dejaba abierto un resquicio a la instalación de canteras en la zona, al señalar en su disposición adicional que “as explotacións mineiras poderán mantener a súa actividade sempre que estean legalmente autorizadas e conten coas debidas autorizacións”. Aún así, el paso dado por la Xunta constituye un importante avance para los defensores del desarrollo sostenible, enfrentados desde hace una década a quienes pretenden convertir en cascajo a las míticas formaciones graníticas. Hoy, los penedos parecen estar a salvo de los estragos de las canteras, pero los toxos continúan creciendo a su alrededor, haciendo cada día más difícil el acceso a los mismos. ¿De qué nos sirve declarar Área Protegida a un sitio si no lo estudiamos, habilitamos, divulgamos y preservamos convenientemente? Ésta es la próxima batalla.

¿Por qué son importantes los penedos de Pasarela y Traba?
   Ubicados en los límites entre los concellos de Laxe y Vimianzo, en pleno corazón de la Costa da Morte, los penedos coronan un impresionante paisaje que se divisa tanto desde la zona de Pasarela (Vimianzo) como desde el valle y la playa de Traba (Laxe). En estos enormes bloques sueltos de granito, de unos 280 millones de años de antigüedad, la erosión ha dado lugar a formas en las que es posible descubrir, sin mucho esfuerzo, a originales representaciones de figuras humanas y animales. Muchas de estas gigantescas esculturas naturales se encuentran al borde mismo del abismo, o cabalgando unas sobre otras, apoyadas en el suelo con ayuda de piedras sueltas que bien pudieran ser el fortuito resultado de la acción de los elementos o el fruto de la mano del hombre primitivo, pues en la zona abundan los dólmenes y restos de antiguos castros.











   














Os invito hoy a dar una pequeña caminata virtual por los alrededores de los penedos más destacados: La Cachucha, La Torre da Moa y Pena Forcada, situadas sus cumbres a poco más de 270 metros de altura sobre el nivel del mar. En nuestra excursión partiremos del pueblo de Pasarela, desde el que tenemos una vista panorámica del territorio a recorrer.

 

   La Cachucha es un monolito de grandes dimensiones cuya silueta recuerda a una gorra de visera. Este penedo está muy cerca de la conocida “Pedra da Barca” y de un posible campo de mámoas, lo que le otorga un indudable valor arqueológico al lugar. También es el sitio por donde comenzaron los trabajos de la cantera instalada en 1998 y donde se pretende habilitar la nueva cantera.






   Una gran variedad de pétreas figuras, algunas de gran tamaño, se encuentran diseminadas en los cerca de 500 metros (en línea recta) comprendidos entre La Cachucha y Pena Forcada. Son piedras literalmente separadas unas de otras, como con vida propia. Y cada una de ellas parece querer decirnos algo diferente a cada uno de nosotros. ¿Qué genio humano puede esculpir algo así?




   Las rocas que rodean a Pena Forcada son más obra de arte que azar de la naturaleza. Son arte por lo que nos sugieren y porque son el vital resultado de las fuerzas que dan vida al universo; las telúricas de la inicial creación. Las musas de la imaginación viven en estas piedras que surgieron a la luz hace millones de años, talladas por los elementos y retocadas –quizá- por las manos de los primeros seres humanos, que vieron en ellas a lo único perecedero en un mundo harto frágil y pasajero. Son los peñascos que rodean a Pena Forcada como factorías de ilusiones, dispuestas a entregarse a aquellos que estén lo suficientemente despiertos como para aceptarlas.





   Para llegar a la Torre da Moa desde Pena Forcada hay que descender un profundo barranco o, mejor aún, dar un pequeño rodeo por una de las pistas que conducen a Traba. La cumbre de la Torre da Moa está coronada por un penedo de extraordinarias dimensiones, llamado “A Moa”. En la roca que sirve de asiento a “A Moa” encontramos una hendidura (A Cova dos Mouros) en la que aún hoy es posible hallar restos de cerámica y conchas marinas. Especulaciones arqueológicas aparte, lo cierto es que desde lo alto de la Torre da Moa se goza de una inmejorable vista del valle de Traba y esto, unido a las sugerentes formas que allí toman los bloques de granito, convierte la visita a este sitio en una experiencia que siempre se desea repetir.

¿Obra humana o fruto de la acción de los elementos?

   En la cúspide de la Torre da Moa, con el valle de Traba a sus pies, se encuentran las que –en 1975- el investigador Pedro Marfany señalara como piletas de sacrificio castreñas o romanas, con canales de desagüe que vierten en el cercano precipicio. También en esa zona, el entonces joven escalador José Manuel Lema encontró restos humanos y arqueológicos de indudable antigüedad. Luego, nunca más se ha investigado el lugar.